Por Tito Flores Cáceres
Cuarenta años después de que de la magistral pluma de Marcela Paz y Alicia Morel, dieran vida a Perico, el niño que desde Tierra del Fuego trepaba por Chile, en busca de su padre, hoy, dos próceres de la filosofía política universal, hacen su propio recorrido por el país. Lo iniciaron al comenzar el «estallido social», y desde aquel día, han venido encontrándose y desencontrándose en su andar, en las calles, en los medios de comunicación y en los escenarios políticos nacionales, encarnados de las más diversas maneras, a veces por gobernantes, otras veces por militares, parlamentarios o policías y en muchos momentos también, por líderes de opinión y por ciudadanos y ciudadanas comunes y corrientes. Me refiero por cierto, a Thomas Hobbes y a Jean-Jacques Rousseau.
Así las cosas, y dado que ambos son ladinos y añosos, y se mimetizan haciéndose incluso invisibles para los observadores más prevenidos, es que parece recomendable sacarlos a colación, recordarlos, y comenzar a ver cómo están haciendo de las suyas en un país, que hoy se bate entre quienes se la están jugando por la restauración del «oasis perdido» y quienes lo están haciendo por el “cambio profundo”. Sigue leyendo «Hobbes y Rousseau trepan por Chile»
Más derechos, menos privilegios y el pavor de la Derecha a la igualdad
Abundan las situaciones a nivel mundial, en la historia contemporánea, en las que las fuerzas sociales y políticas conservadoras, hacen lo imposible por evitar el progreso social y la expansión de los derechos de las personas.
Por angas o por mangas, por la Patria, por el Orden, por la libertad de los mercados, por lo nocivo de las ideas foráneas, o porque así lo indica el Orden Natural y el EspírituSantoAmén, los grupos reaccionarios (como se los denominaba en la Revolución Francesa) han buscado mantener sus granjerías y sus situaciones de privilegio.
Chile no ha estado ajeno a hechos de esta naturaleza. Lo vivió Balmaceda. Lo padecieron iniciativas legislativas de corte educativo, laboral y social (la Ley de Instrucción Primaria Obligatoria entre ellas) a lo largo de todo el siglo XX. Lo enfrentó Pedro Aguirre Cerda y su agenda industrializadora y reformista y lo sufrió el propio Salvador Allende.
Por eso no son de extrañar las declaraciones claramente orquestadas de la Derecha dura chilena, en orden, por una parte, a criticar de manera destemplada, irresponsable y descalificadora, a la Presidenta y a sus colaboradores más cercanos, y por otra, a efectuar un encubierto llamado a la sedición a través de spots de mucha gente linda y camisa blanca, pero en los que ilegítimamente, llaman a rebelarse contra el gobierno y sus medidas en materia social.
Y no es extraño porque precisamente las reformas impulsadas por el actual Gobierno chileno, más allá de errores y descoordinaciones, buscan efectuar cambios de fondo en el Orden Social chileno. Cambios que reviertan esa inmoral desigualdad entre los más ricos y los más pobres de la población, cercana a las 40 veces del volumen de ingresos mensuales y que nos sitúan en las postrimerías de las tablas en esta materia a nivel mundial.
Y no son extrañas tampoco aquellas reacciones enconadas de la Derecha, porque por su carácter redistributivo, la educación y su reforma, que es la prioridad del Gobierno, podría modificar en el mediano plazo la distribución del poder económico, político y social en Chile. Porque muchos son excluidos de antemano a través de la segregación que implica la selección a los establecimientos educacionales, el copago y las carencias físicas, simbólicas y presupuestarias, lo que termina reproduciendo los estratos sociales, generación tras generación, en un verdadero sistema de castas que algunos han comparado con el ignominioso apartheid.
La Igualdad no es mediocridad, por el contrario, es el reconocimiento del otro como un legítimo otro en la convivencia, como diría Humberto Maturana, con las positivas consecuencias que esta concepción tendría para la convivencia y la fraternidad social. La libertad de enseñanza no es libertad de empresa, sino la posibilidad de aceptar pluralistamente diversas visiones y propuestas en materia educativa, sin que por cortapisas censitarias ellas estén asociadas a calidad educativa. Por ello la importancia de la educación estatal y la tuición del Estado sobre los diferentes proyectos formativos.
En definitiva, los agoreros del caos, el miedo y la desinformación, se solazan con esa arraigada cultura impuesta a punta de fusil, que consagra como valor social, la diferenciación por los niveles y las pautas de consumo. Porque no eres mejor persona si tu hijo va a un colegio de falda escocesa y plisada y no a uno de jumper. Porque da lo mismo si la manguera de tu jardín costó $4.990 el metro y no $1.990 como al resto de tus vecinos. Por mucho que nos lo hayan hecho creer desde la más tierna infancia, eso no es lo importante. El crecimiento y el consumo no son fines en si mismos, debe, estar al servicio de un proyecto colectivo y por cierto a la vez de proyectos personales. Pero ambas dimensiones, la personal y la colectiva, no son contrapuestas como el neoliberalismo y sus adalides nos han hecho creer. Los países más prósperos son también los más inclusivos, los más garantes de derechos y los que armonizan los proyectos de los individuos y sus familias con los de la comunidad local y nacional. Esa integración es la clave y es lo que en buena medida está en juego en Chile en el actual mandato presidencial.
(*) Tito Flores Cáceres es Doctor en Gobierno y Adm. Pública y Director de PolíticaPública.cl
Fuente de la imagen: http://www.ediciona.com/hombre_rico_a_hombre_pobre-dirpi-36622.htm