Hobbes y Rousseau trepan por Chile

IMG_2019-11-06_14-03-11Por Tito Flores Cáceres

Cuarenta años después de que de la magistral pluma de Marcela Paz y Alicia Morel, dieran vida a Perico, el niño que desde Tierra del Fuego trepaba por Chile, en busca de su padre, hoy, dos próceres de la filosofía política universal, hacen su propio recorrido por el país. Lo iniciaron al comenzar el «estallido social», y desde aquel día, han venido encontrándose y desencontrándose en su andar, en las calles, en los medios de comunicación y en los escenarios políticos nacionales, encarnados de las más diversas maneras, a veces por  gobernantes, otras veces por militares, parlamentarios o policías y en muchos momentos también, por líderes de opinión y por ciudadanos y ciudadanas comunes y corrientes. Me refiero por cierto, a Thomas Hobbes y a Jean-Jacques Rousseau.

Así las cosas, y dado que ambos son ladinos y añosos, y se mimetizan haciéndose incluso invisibles para los observadores más prevenidos, es que parece recomendable sacarlos a colación, recordarlos, y comenzar a ver cómo están haciendo de las suyas en un país, que hoy se bate entre quienes se la están jugando por la restauración del «oasis perdido» y quienes lo están haciendo por el “cambio profundo”. 

Hobbes, gran amigo del «Orden», no trepida en su pensamiento, en recurrir a la fuerza y al autoritarismo para imponerlo. El «estado de naturaleza» en que el «hombre es el lobo del hombre», dice el pensador inglés, necesita del Leviatán, una figura alegórica que viene a representar al Soberano que debe ejercer todo su poder, para asegurar la paz y la defensa y evitar la guerra civil y la anarquía. De la influencia de su pensamiento, se desprenden por lo tanto, algunas de las decisiones adoptadas por el Gobierno del Presidente Piñera, como las de aplicar la Ley de Seguridad Interior del Estado; decretar Estado de Excepción Constitucional y su subproducto, el toque de queda; sacar a las Fuerzas Armadas a la calle para apoyar a la policía. En este contexto, los derechos humanos pierden importancia relativa, frente a la primacía que se le otorga a la mantención del Orden Público y del Orden Social, como valores a preservar. De allí que la cantidad de denuncias por excesos de todo tipo; por abusos físicos, de autoridad y sexuales; por heridas de balín a larga distancia o a quemarropa; por destrucción de globos oculares; o, por no respeto de protocolos de actuación, por parte de uniformados, haya tenido el volumen de casos, que hemos ido conociendo con el transcurso de los días.

Rousseau en cambio, se encuentra en las antípodas de aquellas ideas. Él asume que el ser humano no solamente es eminentemente bueno, sino que además es libre desde su nacimiento, no obstante, está encadenado por la sociedad. Propone que frente a tales circunstancias, el camino a seguir, debe ser la generación de un «Contrato Social», que constituye el soberano. Rousseau, dice Leo Strauss, emplea el término «soberano», para indicar que la fuente de toda legitimidad está en el pueblo en general (y no en el monarca, la aristocracia u otro segmento). Por ello es que es muy proclive a las Asambleas, pues es donde mejor y más directamente el ciudadano/a puede expresar su voluntad. Desde ese punto de vista, la influencia del pensador francés en el acontecer chileno de las últimas tres semanas es evidente. Está en quienes han promovido cabildos ciudadanos, independientemente de su utilidad práctica. Lo encontramos también en quienes han impulsado la idea de generar un nuevo “Pacto Social”, que no es otra cosa, que un nuevo arreglo acordado entre las millones de voluntades soberanas ciudadanas, en aras de generar un nuevo “Contrato”. Y sin lugar a dudas, la influencia Roussoneana, está presente en quienes han retomado la idea de generar una nueva Constitución Política vía Asamblea Constituyente, que encarne aquel renovado Contrato Social que acabamos de mencionar.

Como pueden ver, la disputa pública que está teniendo lugar en el país, va mucho más allá de derechas e izquierdas, como más de alguien lo ha señalado. Tiene que ver más bien, con posiciones filosóficas más profundas; con formas de concebir la República, la soberanía y la democracia; y con la manera en que miles de años de pensamiento humano, se hacen presente en nuestra vida cotidiana, para intentar acciones en pro verdaderamente, del interés general.

En definitiva, el momento de gran exacerbación política que estamos viviendo hoy, se soluciona con más política, es decir,  con muchísimos diálogos y conversaciones, sostenidas a lo largo y ancho de la Patria. Con contraposición de ideas, posturas y propuestas. Con debates y tolerancia. Sin embargo existe un riesgo inminente, y es que en el trepar por Chile de los dos pensadores, Hobbes, apelando a ese Padre-Leviatán, que simbólicamente también buscaba Perico,  haga una vez más de las suyas, y empuje a varios a patear el tablero y en aras de restaurar la institucionalidad, el orden o el “peso de la noche” portaleana, se tienten con articular un putsch que termine haciendo real, aquella guerra imaginaria del Presidente Piñera.

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