Murió el Mamo: Asesino y gran chivo expiatorio

Contreras PinochetPor Tito Flores Cáceres

Y murió. En un hospital, rodeado por su familia, habiendo eludido gran parte de sus condenas refugiado entre los delantales médicos, y sin reconocer jamás responsabilidades en los crímenes que se le imputaron, y por los que fue condenado a más de 500 años de prisión, en diversos juicios.

Su muerte me recordó un cuento de García Márquez: «Blacamán el bueno, vendedor de milagros», en la que un estafador, el propio Blacamán, luego de engañar a miles de personas, y de torturar a un muchacho que había comprado para transformarlo en su asistente personal, debe cumplir la eterna condena de una vez muerto, ser resucitado dentro de su ataúd, en su tumba bajo tierra, por aquel mismo joven, que de tanto ser castigado por su amo, logró aprender de verdad las artes ocultas de la resurrección, y que como una forma de venganza por los continuos malos tratos recibidos, había decidido resucitar a Blacamán cuantas veces fuese necesario, para hacerlo morir una y otra vez, sumido en la oscuridad, en la desesperación y en el terror.

Probablemente para muchos, Manuel Contreras, el «Mamo», era merecedor de un castigo de similares características. Y tal vez para no correr el riesgo de un milagro de tamaña naturaleza, se tomó la decisión de cremar su cuerpo.

Así que este oficial del Ejército de Chile de brillante trayectoria en su institución , ex alumno de la Escuela de la Américas, favorito de Augusto Pinichet, y director de la fatídica DINA, hoy ya es ceniza. Sin velatorio, sin honores militares y en tiempo récord, su cuerpo fue trasladado desde el Hospital Militar, donde falleció, al Cementerio Católico, donde se realizó la incineración.

La muerte de Contreras, tan deseada por muchos, es sin embargo muy peligrosa. Y es que habiendo sido el encargado del organismo represor más importante que tuvo la dictadura de Pinochet (continuada luego por la CNI) y por tanto, en gran medida responsable de las graves violaciones a los Derechos Humanos cometidas por dicho gobierno, su desaparición puede tentar a más de alguien a sepultar con él, todas las culpas penales y políticas de un régimen  de terror de diecisiete años.

Y es que desde la década del 90, el «Mamo» se convirtió en el gran chivo expiatorio por los crímenes de la dictadura. Su enjuiciamiento y su posterior prisión (aunque fuera en una cárcel 5 estrellas)  fue muy conveniente para muchos, incluyendo a Pinochet, quien mientras aún era Comandante en Jefe, se desligó de la situación de su ex colaborador, señalando que su comparecencia en los tribunales, era un asunto estrictamente personal.

De este modo, «el Mamo» se transformó ante la opinión pública, en una especie de asesino en serie individual, propiciando con ello, que la ciudadanía olvidase, que lo que existió en Chile en los setentas y ochentas, fue una política pública destinada a la represión y el exterminio de los opositores políticos al régimen.  Una política pública, que tuvo financiamiento, infraestructura, orgánica y relación con otros organismos del Estado. Una política pública probablemente inspirada en las acciones de contra insurgencia propiciada por el gobierno norteamericano, pero cuyo diseño e implementación en Chile, contó con el apoyo y acción decidida de civiles y militares, que por acción u omisión, permitieron el asesinato, la desaparición y la tortura de miles de chilenos y chilenas.

Porque lo peor que le puede ocurrir a la «Memoria Histórica» chilena, es pensar que el ex Jefe de la DINA cometió excesos por cuenta propia, sin que de ello se enterase el Comandante en Jefe del Ejército, y presidente de facto de la época,  que se jactaba de que en el país no se movía ninguna hoja sin que él lo supiera.

Así que discrepo de lo señalado por el subsecretario del Interior, quien dijo hoy que había muerto el mayor asesino de la historia de Chile. Eso no es así. Quien murió fue uno de los funcionarios más relevantes en la materialización del objetivo de desarticular sanguinariamente a la Izquierda chilena, pero los asesinos y sus cómplices son muchos, y lo peor de todos es que, usando una expresión muy poco académica, hasta hoy, están «pasando colados».

Tito Flores Cáceres, es Doctor en Gobierno y Administración Pública. Académico universitario. En Twitter: @rincondeflores

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